lunes, 14 de octubre de 2013

Fraudes, patentes, innovación tecnológica, propiedad intelectual y progreso



James Watt vivió momentos de apuro económico antes de pasar a la historia como inventor de la máquina de vapor. Su trabajo como fabricante de instrumentos matemáticos para la Universidad de Glasgow no reportaba suficientes beneficios y decidió abrir una tienda propia en 1759. En su taller, conservado en el Science Museum de Londres, se encontró un sello para falsificar flautas Thomas Lot. Las flautas  hechas por el luthier  francés Thomas Lot eran las más apreciadas en el S.XVIII, algo así como los violines fabricados por la familia Stradivarius. En aquella época muchos jóvenes de buena familia tocaban la flauta y probablemente Watt vio en la falsificación de flautas una buena manera de obtener dinero para sus experimentos. Pero lo que realmente cambió su vida fue el encargo del departamento de Física de la Universidad de Glasgow de reparar una máquina atmosférica de Newcomen que se había estropeado. Watt tuvo la idea de introducir un condensador para enfriar la máquina y aprovechar el vapor. En 1769 Watt consiguió la patente de un "Nuevo Método para Disminuir el Consumo de Vapor y Combustible en las Máquinas Térmicas". En 1774 se asoció con el industrial Matthew Boulton y juntos abrieron una fábrica que comenzó a producir máquinas de vapor de forma industrial. 



Watt y su socio tuvieron que hacer frente a numerosos problemas relacionados con su patente. Los mineros de Cornualles se negaron a pagar una prima por usar su invento y otros ingenieros reclamaron una participación en el lucrativo negocio de las máquinas de vapor. Watt y Boulton tuvieron que acudir varias veces a los tribunales para denunciar violaciones de su patente. Finalmente, los tribunales les dieron la razón y su empresa se quedó con la exclusiva de fabricación máquinas de vapor con condensador. Los dos se negaron a dar licencias de construcción de máquinas a otros fabricantes, lo que les reportó grandes beneficios. 

El sistema de patentes en el Reino Unido era y sigue siendo bastante caro. Si se quería una patente para todo el territorio, el precio podía alcanzar las 300 libras, lo que dificultaba el acceso a los que no disponían de capital suficiente y en cierto modo pudo ralentizar el proceso de innovación tecnológica. 





En la actualidad, el mundo de las patentes sigue adoleciendo de precios caros que no todos pueden afrontar. En el siguiente enlace podéis ver los precios establecidos en España para patentar inventos:

http://www.oepm.es/es/propiedad_industrial/tasas/

Uno de los principales problemas en el mundo de los inventos es que su propiedad intelectual pertenecerá al primero que la registre en la oficina de patentes. Esto ha generado y sigue generando interminables procesos para demostrar la propiedad intelectual de muchos inventos, como ocurrió con el teléfono, inventado por Antonio Meucci, pero patentado por Graham Bell. En la actualidad existen los llamados "trolls de patentes", bufetes de abogados que compran patentes durmientes, que aún no han sido usadas para poner productos en el mercado, y cuando una empresa tiene éxito con un invento, alegan invasión de derechos de propiedad y amenazan con paralizar la producción en los tribunales. En el libro de Joseph Stiglitz El precio de la desigualdad, se citan varios casos de este tipo. Por ejemplo, NTP Inc consiguió que Blackberry le pagase 600 millones de dólares por supuesta infracción de patentes y tiene pleitos con varias empresas tecnológicas (Apple, Microsoft, Google...) por el mismo motivo. Estas grandes empresas pueden permitirse pagar los gastos de un proceso en los tribunales, pero en muchas ocasiones prefieren pactar antes que arriesgarse a que se paralice su producción por una demanda de propiedad intelectual. Pero los inventores sin un fuerte respaldo económico se encuentran indefensos ante quienes saben utilizar la ley para lucrarse con el trabajo de otros.

El caso del médico colombiano Manuel Patarroyo merece ser conocido, por su renuncia a beneficiarse económicamente de su descubrimiento de una vacuna contra la malaria. Hace 26 años, decidió renunciar a su explotación comercial y entregar su vacuna a la OMS (Organización Mundial de la Salud), para evitar que ningún laboratorio farmacéutico se beneficiase económicamente a costa de la salud de las personas. Sin embargo, esto no ha servido para que la vacuna se haya usado para combatir la enfermedad, porque la OMS archivó la fórmula y todavía no se ha utilizado. Por esta razón, Patarroyo, que ha seguido investigando, ha conseguido producirlas a un precio de 15 céntimos por vacuna y ha buscado un grupo de mecenas que permitan distribuirla de forma gratuita:

http://www.abc.es/hemeroteca/historico-01-05-2005/abc/Sociedad/manuel-elkin-patarroyo-no-donare-a-la-oms-mi-nueva-vacuna-contra-la-malaria_202208134700.html

http://www.larazon.es/detalle_hemeroteca/noticias/LA_RAZON_339636/7506-manuel-elkin-patarroyo-daremos-gratis-la-vacuna-de-la-malaria#.Ulujj9K8Afg
Espero que todas estas historias os planteen preguntas interesantes, como éstas: 

-  ¿Es legítimo que se obtenga un beneficio económico desmesurado de un invento que supone un gran avance para toda la humanidad?

- ¿Qué papel podría tener el Estado en el progreso científico?

Fuentes sobre James Watt: 



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