TEXTO DE QUESNAY
III. Que el gobierno y la nación no pierdan jamás de vista que la tierra es la única forma de riqueza y que es la agricultura quien la multiplica. Porque el aumento de riqueza asegura el de la población; los hombres y la riqueza hacen prosperar la agricultura, atendiendo al comercio, animando la industria, aumentando y perpetuando la riqueza...
IV. Que la propiedad de los bienes raíces y la riqueza mobiliaria sean aseguradas a aquellos que sean sus legítimos poseedores; porque la seguridad de la propiedad es el fundamento esencial del orden económico de la sociedad. Sin la certeza de la propiedad, la tierra se quedaría inculta...
IX. Que una nación que tenga un gran territorio para cultivar y la posibilidad de ejercer un gran comercio de mercancías en bruto, no confíe demasiado en el empleo del dinero y de los hombres en las manufacturas y en el comercio de lujo, en perjuicio de los trabajos y gastos de la agricultura...
XXV. Que se mantenga la más total libertad de comercio, porque la política más segura de comercio interior y exterior, la más exacta, la más provechosa a la nación y al Estado consiste en la plena libertad de concurrencia...
F. Quesnay. Tabla económica,
1758.
TEXTO DE ROUSSEAU
Por
tanto, si se aparta del pacto social lo que no pertenece a su esencia,
encontraremos que se reduce a los términos siguientes: cada uno de nosotros
pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la
voluntad general; y nosotros recibimos corporativamente a cada miembro como
parte indivisible del todo (...).
No siendo la soberanía más que el ejercicio de la voluntad general, jamás puede
enajenarse, y el Soberano, que no es más que un ser colectivo, no puede ser
representado más que por sí mismo (...).
¿Qué es, pues, el gobierno? Un cuerpo intermediario establecido entre los
súbditos y el Soberano para su mutua correspondencia (...) De suerte que en el
instante en que el gobierno usurpa la soberanía, el pacto social queda roto, y
todos los simples ciudadanos, vueltos de derecho a su libertad natural, son
forzados, pero no obligados, a obedecer. (...)
La soberanía no puede estar representada, por la misma razón por la que no
puede ser enajenada; consiste esencialmente en la voluntad general, y la
voluntad no se representa; es la misma o es otra; no hay término medio. Los
diputados del pueblo no son, pues, ni pueden ser sus representantes, no son más
que sus mandatarios; no pueden concluir nada definitivamente. Toda ley no
ratificada por el pueblo en persona es nula; no es una ley. El pueblo inglés
cree ser libre, y se engaña mucho; no lo es sino durante la elección de los
miembros del Parlamento; desde el momento en que éstos son elegidos, el pueblo
ya es esclavo, no es nada.”
Jean-Jacques Rousseau, El contrato social, 1762.
DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA DE EEUU
Fuente: http://www.wdl.org/es/item/109/
Cuando
en el curso de los acontecimientos humanos se hace necesario para un pueblo
disolver los vínculos políticos que lo han ligado a otro y tomar entre las
naciones de la tierra el puesto separado e igual a que las leyes de la
naturaleza y el Dios de esa naturaleza le dan derecho, un justo respeto al
juicio de la humanidad exige que declare las causas que lo impulsan a la
separación.
Sostenemos
como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que
son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos
están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar
estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus
poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que
una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene
el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde
en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio
ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad. La
prudencia, claro está, aconsejará que no se cambie por motivos leves y
transitorios gobiernos de antiguo establecidos; y, en efecto, toda la
experiencia ha demostrado que la humanidad está más dispuesta a padecer,
mientras los males sean tolerables, que a hacerse justicia aboliendo las formas
a que está acostumbrada. Pero cuando una larga serie de abusos y usurpaciones,
dirigida invariablemente al mismo objetivo, evidencia en designio de someter al
pueblo a un despotismo absoluto, es su derecho, es su deber, derrocar ese gobierno
y proveer de nuevas salvaguardas para su futura seguridad.
Tal ha
sido el paciente sufrimiento de estas colonias; y tal es ahora la necesidad que
las compele a alterar su antiguo sistema. La historia del presente Rey de la
Gran-Bretaña, es una historia de repetidas injurias y usurpaciones, cuyo objeto
principal es y ha sido el establecimiento de una absoluta tiranía sobre estos
estados. Para probar esto, sometemos los hechos al juicio de un mundo
imparcial.
Él ha
rehusado asentir a las leyes más convenientes y necesarias al bien público de
estas colonias, prohibiendo a sus gobernadores sancionar aun aquellas que eran
de inmediata y urgente necesidad a menos que se suspendiese su ejecución hasta
obtener su consentimiento, y estando así suspensas las ha desatendido
enteramente.
Ha
reprobado las providencias dictadas para la repartición de distritos de los
pueblos, exigiendo violentamente que estos renunciasen el derecho de
representación en sus legislaturas, derecho inestimable para ellos, y formidable
sólo para los tiranos.
Ha
convocado cuerpos legislativos fuera de los lugares acostumbrados, y en sitos
distantes del depósito de sus registros públicos con el único fin de
molestarlos hasta obligarlos a convenir con sus medidas, y cuando estas violencias
no han tenido el efecto que se esperaba, se han disuelto las salas de
representantes por oponerse firme y valerosamente a las invocaciones
proyectadas contra los derechos del pueblo, rehusando por largo tiempo después
de desolación semejante que se eligiesen otros, por lo que los poderes
legislativos incapaces de aniquilación, han recaído sobre el pueblo para su
ejercicio, quedando el estado entre tanto, expuesto a todo el peligro de una
invasión exterior y de convulsiones internas.
Él se ha
esforzado a estorbar los progresos de la población en estos estados,
obstruyendo a este fin las leyes para la naturalización de los extranjeros,
rehusando sancionar otras para promover su establecimiento en ellos, y
prohibiéndoles adquirir nuevas propiedades en estos países.
En el
orden judicial ha obstruido la administración de justicia, oponiéndose a las
leyes necesarias para consolidar la autoridad de los tribunales, creando jueces
que dependen solamente de su voluntad, por recibir de él el nombramiento de sus
empleos y el pago de sus sueldos, y mandando un enjambre de oficiales para
oprimir nuestro pueblo y empobrecerlo con sus estafas y rapiñas.
Ha atentado a la libertad civil de los ciudadanos, manteniendo en tiempo de
paz entre nosotros tropas armadas, sin el consentimiento de nuestra
legislatura: procurando hacer al militar independiente y superior al poder
civil: combinando con nuestros vecinos, con plan despótico para sujetarnos a
una jurisdicción extraña a nuestras leyes y no reconocida por nuestra constitución:
destruyendo nuestro tráfico en todas las parte del mundo y poniendo
contribuciones sin nuestro consentimiento: privándonos en muchos casos de las
defensas que proporciona el juicio por jurados: transportándonos más allá de
los mares para ser juzgados por delitos supuestos: aboliendo el libre sistema
de la ley inglesa en una provincia confinante: alterando fundamentalmente las
formas de nuestros gobiernos y nuestras propias legislaturas y declarándose el
mismo investido con el poder de dictar leyes para nosotros en todos los casos,
cualesquiera que fuesen.
Él ha abdicado el derecho que tenía para gobernarnos, declarándonos la
guerra y poniéndonos fuera de su protección: haciendo el pillaje en nuestros
mares: asolando nuestras costas: quitando la vida a nuestros conciudadanos y
poniéndonos a merced de numerosos ejércitos extranjeros para completar la obra
de muerte, desolación y tiranía comenzada y continuada con circunstancias de
crueldad y perfidia totalmente indignas del jefe de una nación civilizada.
Ha compelido a nuestros conciudadanos hechos prisioneros en alta mar a
llevar armas contra su patria, constituyéndose verdugos de sus hermanos y
amigos: excitando insurrecciones domésticas, y procurando igualmente irritar
contra nosotros a los habitantes de las fronteras, los indios bárbaros y
feroces cuyo método conocido de hacer la guerra, es la destrucción de todas las
edades, sexos y condiciones.
A cada grado de estas opresiones, nosotros hemos suplicado por la reforma
en los términos más humildes: nuestras súplicas han sido contestadas solamente
por repetidas injurias. Un príncipe, pues, cuyo carácter está así marcado por
todos los actos que pueden definir a un tirano, no es apto para ser el
gobernador de un pueblo libre.
Tampoco hemos faltado a la consideración debida hacia nuestros hermanos los
habitantes de la Gran-Bretaña: les hemos advertido de tiempo en tiempo el
atentado cometido por su legislatura en extender una ilegítima jurisdicción
sobre las nuestras. Les hemos recordado las circunstancias de nuestra
emigración y establecimiento en estos países: hemos apelado a su natural
justicia y magnanimidad, conjurándolos por los vínculos de nuestro origen común
a renunciar esas usurpaciones que inevitablemente acabarían por interrumpir
nuestra correspondencia y conexiones. Ellos han sido también sordos a la voz de
la justicia y consanguinidad. Nosotros debemos por tanto someternos a la
necesidad que anuncia nuestra separación, y mirarlos como al resto del género
humano: enemigos en guerra, y en paz amigos.
Los representantes, pues, de los Estados-Unidos, juntos en Congreso
general, apelando al Juez supremo del universo, por la rectitud de nuestras
intenciones, en el nombre y con la autoridad del pueblo de estas colonias,
publicamos y declaramos: que ellas son, y por derecho deben ser estados libres
e independientes: que están absueltas de toda obligación de fidelidad a la
corona británica: que toda conexión política entre ellas y el estado de las
Gran-Bretaña, es y debe ser totalmente disuelta, y que como estados libres e
independientes, tienen un pleno poder para hacer la guerra, concluir la paz,
contraer alianzas, establecer comercio y hacer todos los otros actos que los
estados independientes pueden por derecho efectuar. Y para sostener esta
declaración, con una firme confianza en la protección divina, nosotros
empeñamos mutuamente nuestras vidas, nuestras fortunas y nuestro sagrado honor.
Filadelfia, 4 de julio 1776
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